Vidrieras, charada y bolita – Juegos de azar en Cuba (Parte dos)
Por Víctor Angel Fernández
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Mi padre estaba al frente de un salón de juegos, ubicado en Buenavista. Dos máquinas de "entretenimiento”, sin premios y una tercera, conocida como pinball, que podía premiar con 5 pesos de la época a todo aquel que lograra ubicar en línea cuatro bolas de las cinco que ofrecía, todo alrededor de un billar que ocupaba el centro del salón.
El trabajo de mi padre consistía en realizar los cambios de monedas necesarios y entregar el premio correspondiente de la pinball. En buen inglés era el coin-man, pero una cubanización lo convirtió en el coime y, por extensión, a nosotros como los hijos y la familia del coime.
Por esos caminos de los recuerdos cubanos, me dediqué a buscar alguna información sobre la historia de los juegos de azar en Cuba y voy a compartirla con ustedes en estas entregas, donde ya hablé de la Lotería Nacional.
Algunos de los historiadores y otras fuentes consultadas, ubican en la antigua Roma la existencia de casas de apuestas, en cualquier variante, donde los resultados del circo con sus gladiadores o las carreras de cuadrigas, eran abono perfecto para ganar, perder o, simplemente, dilapidar el dinero, que muchas veces debía llevar comida a las mesas.
En Cuba, las variantes de juego estuvieron prohibidas, perseguidas, aceptadas y cualquier otro tipo de variantes, si existieran, No era nada extraño, entre niños, jugar a la rayita, que consistía en tirar una moneda de un centavo hacia una pared o hacia “una rayita” marcada en el piso y ganaba quien más cerca quedaba. Es imposible olvidar, entre los infantes, el juego de las postalitas, donde se jugaban las cantidades acumuladas por repetición y que ya no cabían en el álbum, con espacio para las bolas, ya fuera al “quimbe y cuarta” o al “roli”
Entre los mayores, desde la chapa de un auto, completa, par o impar, hasta el número del próximo ómnibus, eran juegos habituales, a veces nada inocentes y siempre ilegales.
Partiendo de la charada china, que dominaba aspectos inmemoriales del juego en el oriente del mundo, se mezclaban números y animales que muchas personas recitaban.
Existían las vidrieras de apuntaciones, los listeros que iban casa por casa y todos por llevarse el premio de la bolita, en obvia alusión a la forma de la ficha que recompensaba al que hubiera reservado el número.
Semanalmente, estos premios tomaban como base los resultados de la lotería nacional, con los últimos tres números componentes del mismo, para decidir la unidad, la decena o la centena ganadora. Pero a diario, varios centros, Castillo, Campanario o La China, hacían su sorteo y aquellas vidrieras de apuntaciones, pagaban a sus clientes.
Otra variante era la charada, donde a partir de una llamado “verso”, se tiraba la variante para que el azar decidiera. Uno de los más conocidos y repetidos era el de “Animal nocturno que camina por el tejado sin hacer ruido”. Muchas personas apostaban por el número 4, gato en la relación china, pero el que en verdad premiaba era el 9, elefante.
Cierro en la próxima entrega dedicando unas líneas a los casinos, una variante menos popular o de cierto “ringo-rango”, frase que ya no se usa, pero juego de azar al fin y al cabo.
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