El transporte en mis memorias habaneras (III)
Por Víctor Angel Fernández
ME GUSTA
(3)

En aquellos recorridos guaguonáuticos a los que nos llevaba mi madre, se incorporaban muchos personajes.
Algunas personas, no sólo mataperros, como se decía, se colgaban sobre la defensa trasera y, no obstante el peligro, hacían su parte del viaje.
Otros más pintorescos, como puede verse en la imagen que se acompaña, eran los cantantes. Generalmente un dúo de guitarra y maracas, que “castigaban” a los pasajeros con sus canciones. Al final, “pasaban el cepillo” o sea, con una gorra o sombrero, pedían el aporte con una frase muy repetida y ya olvidada: Coopere con el artista cubano.
Ese “abordaje”, lo hacían obviamente en tramos donde las guaguas transitaban con poco pasaje y sobre todo, en tramos donde chofer y conductor sabían que no se montaban los inspectores. Los “artistas” no abonaban pasaje y a los representantes de los dueños no les gustaban esas gratuidades.
Otro personaje de las guaguas era el ya citado inspector. Existían de dos tipos o con dos funciones.
Uno, que todavía se mantiene pero con una imagen muy deteriorada, era el que controlaba, cada cierto número de paradas, los tiempos de viaje.
Lo explico. Entre la salida del paradero o del final del viaje y el regreso, existían tiempos inviolables. Lo digo en pasado pues con los problemas actuales, dudo que se cumpla algo de esto. Por ejemplo, en los viajes desde Buenavista o Playa hacia La Habana existían tres lugares habituales para encontrarse el primer control: 41 y 42, 23 y 26 o 23 y 12. Generalmente, muy temprano en la mañana, el primero de este recorrido se ubicaba en 23 y 12.
Cuando llegaba el ómnibus, el chofer gritaba la hora (sólo los minutos) en que había salido del paradero: 36. El inspector miraba su reloj y en un papel pautado copiaba la ruta del ómnibus, el número del carro, la hora que le anunciara el chofer y la hora de llegada a la parada. Se permitía alguna holgura en atraso o adelanto. Era común ver ómnibus transitando a muy baja velocidad, “haciendo tiempo” para no llegar adelantados al control. Los choferes tenían sus señas para avisarse entre ellos, si en la próxima parada existía un inspector. Generalmente se ponían la mano en la cabeza, simulando la gorra del controlador o enseñaban el dedo índice, en señal de uno.
El otro tipo de inspector era el que se montaba en la guagua para comprobar que se habían cobrado y pagado todos los pasajes. El conductor le enseñaba la tarjeta de salida con el dato del primer número del talonario de pasaje que tenía. Le enseñaba además en qué situación estaba el talonario hasta el momento, incluyendo la cantidad de transferencias que ya recibiera y todo esto debía coincidir con el reloj que explicara en el escrito anterior.
Con esos datos, el inspector recorría el carro, solicitando cada boletín y marcándolo como revisado. Si alguien no tenía el boletín, sabía que pagaba el pasaje o se bajaba del ómnibus. Todo sin ninguna discusión.
Otros enlaces: Artículo anterior ⇒⇒
Sitio web:
MENSAJES ANTERIORES:
SUGERIMOS
Aníbal de Mar
Matrimonios que engrandecen la cultura cubana: Alicia Alonso y Fernando Alonso (Parte III)
Laly HAUSE
editorial
