Mitología cubana (Segunda parte)

Por Víctor Angel Fernández (Versión)

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Mitología cubana (Segunda parte)

La milagrosa. Amelia Goyri de la Hoz, La Milagrosa, nace en La Habana en 1877. Pertenecía a una familia de la clase media y su vida estuvo signada por la amargura. Quizás su mayor y única alegría fue el noviazgo que inició, desde los siete años de edad, con su primo José Vicente. Y ni siquiera eso, pues muy pronto comenzó el rechazo de sus padres, quienes aspiraban ascender un escalón más en la posición social. Pero los jóvenes, ajenos por completo a mezquinos intereses sociales, continuaban amándose en secreto.
Al finalizar la guerra del 95, Amelia y José Vicente se encontraron. Él regresó de la manigua con los grados de capitán del Ejército Libertador, la estima de altos funcionarios del Gobierno Cubano en Armas y del primer Gobierno Republicano constituido, lo cual hizo posible salvar las trabas para el matrimonio entre ambos, el día 19 de abril de 1900.
La felicidad no se quedaría con ellos. Amelia moría al año siguiente víctima de un ataque de eclampsia, tratando de alcanzar la cúspide de su amor con el nacimiento del primer hijo.
Recibió sepultura en la bóveda situada en el cuadro Noroeste 28, campo común, del capitalino Cementerio de Colón. Esta tumba, a la cual se le atribuyen poderes sobrenaturales, muestra la estatua de una mujer con un bebé en los brazos y, desde hace un siglo, nunca le faltan las flores ni las visitas de devotos,.
La escultura esculpida en mármol de Carrara, en el año 1909 por el artista y amigo de José Vicente, José Villalta de Saavedra, simboliza la maternidad. El brazo izquierdo de la estatua rodea a un recién nacido y el derecho se apoya en una cruz latina, considerada símbolo del sacrificio.
Con la colocación de la estatua, José Vicente deslizaba entre sus allegados las cualidades extraordinarias sobre su esposa muerta, con lo cual, el número de devotos comenzó a crecer. El viudo llegó a quejarse a las autoridades del Cementerio. Los funcionarios le respondieron que siempre que hubiera respeto se podría transitar libremente por el camposanto. Entonces José Vicente, colocó una placa en la parte delantera del sepulcro de Amelia, prohibiendo la visita de extraños y la colocación de flores.
En su afán de venerar a su amada no se percató de que engendraba un ritual que sobreviviría a su muerte, en enero de 1941. Los devotos fueron creciendo, entre nacionales y extranjeros. La única rosa de José Vicente perdió su condición de exclusividad para generalizarse entre los visitantes. Amelia devino Milagrosa; la Milagrosa del Cementerio de Colón y su sepulcro es actualmente el más concurrido de toda la Necrópolis.
Varios milagros son atribuidos a la nueva santa, desde concebir hijos hasta los buenos partos. La tradición consiste en saludarla, haciendo sonar una de las cuatro argollas de metal que adornan la bóveda y tocando la parte inferior de la imagen esculpida. Le dan la vuelta a la tumba y van solicitando su petición, sin darle la espalda a la estatua. Muchos han pedido su canonización por parte de la Iglesia Católica.
Fuente: www.ecured.cu
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