Geografía de Cuba

Por Víctor Angel Fernández

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El titulo viene del recuerdo de algunas clases que tuvieron esa denominación, tanto en la enseñanza secundaria como en las de mayor nivel.
Recuerdo a cada una de las profesoras que las impartieron, una de ellas, de modo especial, Esther York, de la cual recibiera clases en la secundaria y luego en el bachillerato. Gracias a ella, quien cargó con treinta alumnos en una ruta 28, alguna mañana libre de estudios, tuve la oportunidad de entrar por primera vez al Capitolio Nacional y recorrer el museo Felipe Poey de Ciencias Naturales y tener la experiencia primigenia de acceder al planetario.
Luego, por esas cosas de la vida, he tenido la oportunidad de recorrer el archipiélago desde Guantánamo hasta Pinar del Río y, desde el sur de la Isla de la Juventud hasta la punta de la península de Hicacos, bajando a las Cuevas de Bellamar, atravesando la Cueva del Indio, pero dejando pendiente, a lo mejor para otra vida, subir al Turquino o visitar los faros de los extremos de la isla grande.
Entre profesoras, libros y visitas, pude enterarme de los grupos fundamentales de nuestras montañas, ya sea el de Sagua Baracoa o el de la Sierra Maestra, sin olvidar el de la medianía en Trinidad-Sancti Spíritus o la cordillera de los Órganos, camino de Pinar, donde subí a Soroa y anduve entre los mogotes de Viñales para ver el Mural de la Prehistoria.
Sin tener en plan ninguna competencia, nuestro río Cauto se convierte en el más largo y lo sigue el Toa, como más caudaloso, condiciones diferentes y que a veces se mezclan. Para los habaneros existe un Almendares que nos llegó a suministrar agua y hoy no es ni la sombra de sus mejores momentos
Aunque padezco de claustrofobia, un día, allá por 1969, me arriesgué a bajar a las matanceras Cuevas de Bellamar. Llegué a no sentirme mal, dada la amplitud de sus lugares y después repetí en varias ocasiones el viaje, con menos miedo y más atención.
Las formaciones geológicas básicas del subsuelo del nacional, favorecen estas formaciones, algunas de relativamente fácil acceso y otras, a las cuales solo puede llegarse por vía submarina. La Cotilla, Resolladero y Guacamaya, por occidente y la de Monte Líbano, allá por el extremo oriental, son algunas de las más nombradas por los espeleólogos, sin olvidar, una sin gran tamaño, en Punta del Este, al sur de la Isla de la Juventud, pero muy representativa por los restos pictóricos de nuestros aborígenes que en ella pueden apreciarse.
De cualquier forma, no es mi intención que solo permanezcan en la lectura, sino que aprovechen la oportunidad, en cualquier momento para visitar estas maravillas de nuestra naturaleza y así evitar, como me ha sucedido que la edad impida conocer otras de más difícil acceso.

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